‘Abisal’

‘Solo los vivos perdonan’, de Ismael Martínez Biurrun (Ed. Aristas Martínez)
29 abril, 2022
Participación en ‘Un patio de cuentos’ (Logroño, 2022)
14 septiembre, 2022
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Aprovechando el día de temporal hemos ido con los niños al final de la playa. Allí las gaviotas vuelan tan cerca que les ves los restos de carne en las garras. El día ha ennegrecido y el aire se ha vuelto tan duro que apretando los oídos he percibido trozos de conjuros en un idioma silabeado. Los niños querían irse ya a casa pero también tenían hambre y en el chiringuito abandonado en mitad de las dunas, junto al molino, había un hombre. Me ha pedido que no encargue calamar; yo no entendía por qué. Él me lo ruega pero llevo todo el verano con ese antojo y no cedo. El hombre tenía los ojos sucios, pero no era del alcohol, se ha limpiado las rodillas, ha soltado el cuchillo y como poseído me ha dicho que me lo sirve bajo mi responsabilidad. Meneando la cabeza ha gritado la orden y se ha respondido él mismo cambiando la voz. Patatas fritas, escalopes, ensalada, agua y helado para los demás; para mí un vino oscuro de la casa y el calamar, que es enorme, y lo escuchaba sorber su propia tinta y se ha movido cuando lo he pinchado, soltando un lamento como de silbato para perros, en otra frecuencia que solo yo he oído. Nos hemos protegido de los rayos bajo la paja de la sombrilla. La familia estaba feliz, saciada. Pagamos y el dueño se ha alejado hacia la orilla, se ha dado un chapuzón y luego otro. Me he fijado en que ya no sale a flote. En la siesta los niños han descansado y yo he soñado con los ojos abisales del chiringuitero. Me pica toda la espalda, creo que será por la sal. Mi mujer ha intentado describir lo que ve en ella y me ha aplicado un ungüento que usaban los pescadores para el veneno de las medusas, hecho con cáscaras de crustáceos, cieno y restos de escamas. El mar brama y siento la necesidad de darme un baño, de meterme muy adentro.