No recuerdo si compré Hombre lento en una librería de segunda mano o en un puesto de esos de la playa, por tres o cuatro euros, sin saber ni de qué iba. Un libro de un Nobel barato. No había leído nada de Coetzee. Me pareció que estaba muy bien escrito y me entretuvo, aunque no me terminó de cuajar. Tuve un problema con la verosimilitud de la historia, con la manera de insertar lo fantástico dentro de lo real. A ratos me parecía creíble y a ratos no. Acabó ganando el no. No había leído nada más de Coetzee, aunque sabía que estaba en deuda con él.
Un día leí las alabanzas de un amigo de Facebook, con un paladar exquisito para esto de las letras, sobre Desgracia y me sorprendió la unanimidad de los comentarios. No me fue difícil encontrarlo y en la primera lectura devoré casi cien páginas del tirón. Eso es mucho para mí para una sola sesión, y más teniendo a los críos confinados en casa. El planteamiento de la trama no me pareció gran cosa (un profesor de universidad mujeriego envuelto en un escándalo sexual), sin embargo, la manera de narrar, la agilidad de la acción y la facilidad para adentrarse en los sentimientos del protagonista, convirtieron rápidamente la historia en uno de los libros más adictivo que me había encontrado en años. Lo terminé en pocos días y cumplió las expectativas hasta la última página.
Desgracia es un tratado sobre la capacidad para adaptarnos al dolor emocional y físico, para convivir con el remordimiento y aceptarnos como los seres imperfectos que somos. Me ha llevado en volandas. Una trama reposada e hipnótica que, pese a suceder en un lugar muy remoto, nos permite asomarnos a una problemática social compleja e implicarnos en ella desde la perspectiva personal. El personaje se mueve en un mundo que fluye salvaje y nos zarandea, y el autor nos obliga a reflexionar junto al protagonista sobre las consecuencias de enfrentarse a ello o dejarlo fluir y adaptarse. Quizá lo que me ha parecido más atractivo han sido los diálogos: ágiles, verosímiles, duros, hirientes, desgarradores. Muy recomendable.
«−Es humillante, pero tal vez ese sea un buen punto de partida. Tal vez sea eso lo que debo aprender a aceptar. Empezar de cero, sin nada de nada. No con nada de nada, sino sin nada. Sin nada. Sin tarjetas, sin armas, sin tierra, sin derechos, sin dignidad.
−Como un perro.
−Pues sí, como un perro».
Por cierto, es verdad que el título no se ajusta bien a la intención del libro. Tal vez “deshonra” o “vergüenza” sería más adecuado. Esto llama la atención porque la traducción del texto me ha parecido brillante, especialmente en los pasajes más poéticos.