Novelón. Dice la contracubierta de “Noche cerrada“ que te atrapa desde el principio y ya no lo puedes dejar. Podría sonar a capciosidad, pero es tal cual: el ritmo, los diálogos, la fluidez de la prosa (gran mérito en la traducción de Lucini, una vez más), la historia que se va enredando con sencillez, poniéndose cada vez más seria y complicándose sin grandes giros, sino con una naturalidad que destila la realidad, la que se funde con los bosques y la fauna, engullida por el ritmo pausado de la América profunda en la que aparentemente no sucede gran cosa. Y luego está Tucker y su mala fortuna familiar, y la cabeza enorme de Big Billy y la tierna Jo y Shiny y Beanpole y Jimmy, mostrados nítidamente con cuatro pinceladas. La guerra como telón de fondo pero sin demasiado peso, como una condena eterna y un aprendizaje vital para que cualquier contratiempo se convierta en una minucia, incluso ir a prisión. Y con cuatro mimbres Offutt te construye un templo literario. Y dices, joder qué difícil es escribir así de sencillo, que una estructura se vaya desarrollando con tanta suavidad. Cómo narra el abrazo que Rhonda da a Tucker cuando vuelve de la cárcel seis años después. Un libro enorme, una historia de supervivencia, de superación y dureza envuelta en un lenguaje poético y con una fuerza narrativa inusual. No sobra ni falta nada. Termina y te quedas tranquilo, satisfecho, sediento.
“Los cerros de la muerte” no me ha enganchado como lo hizo “Noche cerrada“. Para ser justos, vaya por delante que el listón estaba muy alto. Es un libro que se disfruta, pero creo que al tratarse de novela negra la arquitectura del argumento resta fluidez al estilo de Offutt, que se ve aquí más encorsetado que en su título anterior.
La trama, sencilla y bien cerrada, no presenta ninguna renovación sobre lo que hemos visto o leído cientos de veces, aderezado con ese aroma country noir que lleva unos años tan de moda. Es la prosa elegante y seca del autor lo que te empuja a seguir leyendo; los paisajes, el ritmo ágil y el carisma de Mick Hardin (con una historia personal paralela intrigante) son el auténtico motor del libro, más allá de la convicción del argumento general.
Como en «Noche cerrada», Offutt traza un perfil social y psicológico impecable de aquellos habitantes de las montañas y los bosques de Kentucky (un poco de lío con los nombres de los personajes: Johnny, Bobby, Freddy, Frankie…), gentes que parecen ajenas al transcurso del tiempo y que se resisten a dejarse atrapar por los tentáculos de la modernidad. La sensación de nostalgia por un pasado más tranquilo y la armonía entre el ser humano y la naturaleza son otras de las armas secretas que el autor maneja a las mil maravillas.
Probaré con los relatos de “Kentucky seco“, porque me encanta el estilo de Offutt, y dejaré en barbecho sus novelas, a las que seguramente volveré. De hecho, “Los cerros de la muerte” es el primer volumen de una trilogía.
Ambas novelas han sido publicadas en España por Sajalín Editores.