‘Nunca se sacia el ojo de ver’, D. Díez Carpintero (Sloper)

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El volumen de relatos Nunca se sacia el ojo de ver, de Daniel Díaz Carpintero (Editorial Sloper, 2022) nos propone una literatura áspera, de claroscuros, en la que el lector sentirá verdad e incomodidad. Estos cuentos vuelven a escarbar en la sociedad agrietada y de ética deteriorada que ya se denunciaba en El mosquito de Nueva York, primer volumen de cuentos del autor, publicado en 2016 por la misma editorial. Gracias a un estilo visual y realista, que persigue la profundidad psicológica de los personajes, la narración se mantiene en un alambre tenso y vibrante, venciéndose unas veces hacia lo árido (incluso alcanzando lo grotesco o lo soez; deformaciones excesivas que rozan lo esperpéntico) y en otras ocasiones hacia el lirismo, pero logrando mantenerse a flote en todo momento. Los cuentos transitan por un camino que, a simple vista, aparenta no tener pendiente, pero que se encuentra lleno de baches hasta deshacerse en finales que no responden, por lo general, al canon de la circularidad, el clímax o el giro. En ocasiones la trama apenas se percibe hasta que las historias simplemente terminan, como se acaban los días, las relaciones o se diluyen las vidas. La narración se apoya en una ávida capacidad para la observación, sin un exceso de peripecia, sino haciendo pasar a la realidad por el iris grisáceo y censor de un ojo insaciable que contemplar y analiza todo lo que le rodea.

El vacío de los seres solitarios, los secretos que todos guardamos bajo la alfombra y que nos llevaremos a la tumba, los límites de la culpa y del deseo, la destrucción del amor, la pérdida de la exaltación de la pareja, las relaciones tóxicas quedan encarnados en padres alcohólicos y maltratadores, madres cleptómanas, solteros adictos al porno, recién jubilados con problemas de salud que ven el resto de su vida como un desierto, niños desamparados ansiosos por recibir afecto en el hogar… Punzante, lúcido y eficaz, el autor pone el dedo en la llaga del fracaso social del mundo moderno, en el abandono moral del individuo y en las crisis psicológicas ya domesticadas y, por tanto, silenciadas de nuestro día a día. Se nos presenta un fresco social completo, mediante un acertado uso de la etopeya, acompañado de una precisa capacidad para crear atmósferas densas con escasas pincelandas.  Díez Carpintero goza de una evidente facilidad para la comparación sugestiva y para introducir la ironía en el momento adecuado, lo que ayuda al lector a tragar el pesimismo flotante.

“Cumplimos el ritual de volver cada mes de agosto a Sanabria como una renovación de nuestro certificado de no haber muerto. Volvemos atrás en nuestras vidas -repetimos la experiencia del verano pasado- para oficializar que aún desconocemos la mala suerte y el horror”.

Del relato ‘Camping’

Nunca se sacia el ojo de ver es un libro que tiende a la introspección y gusta por evocar imágenes de adolescencia o niñez, donde la figura de un protagonista desorientado en el plano emocional, afectivo-familiar o sexual adquiere un peso importante.  Hay drama, pero también sarcasmo; hay depresión, pero también cierto orgullo de supervivencia; hay suciedad carveriana y reflexiones angustiosas de un elenco de seres solitarios, abandonados en la cuneta, que tratan de salir a flote, incapaces de huir del patetismo nebuloso en el que se hunden.