Si uno ya sabe que no va a vivir de vender sus libros, ¿entonces de qué va esto? Pues va de no quedarse quieto. Va de comprobar que tus horas de esfuerzo pueden servir para emocionar o entretener a otras personas. Va de que te presente un escritor al que admiras y de que el editor que apuesta por tus locuras haga un viaje para acompañarte. Va de que te arropen propios y ajenos y de descubrir rostros desconocidos detrás de las mascarillas y que incluso varios de esos forasteros se acerquen al final para que les firmes (gracias a todos). Y va de ir luego a cenar, a gastar más de lo poco que has sacado vendiendo libros en convidar a un vino bueno y a algunos manjares. Y de jartarte a reír, olvidando que solo un 13% de quienes han comprado el libro lo leerán (según una estadística que me acabo de inventar) y que estos, con suerte, hablarán de él y lo comprarán otros seis o siete despistados más, y esos eurillos los gastarás en comprar el libro de otro como tú, que también hará una presentación con la misma ilusión que tú, igual de consciente que tú de que no va a vivir de ello. De eso va esto: de aprender, de compartir tiempo, de que gire la rueda. Esto es para mí lo más parecido a lo que otros llaman éxito.