“Tres hombres para tres ciudades”, de Javier Divisa

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tres hombres para tres ciudades
Coincidiendo con el día del cumpleaños de Javier Divisa, busqué su libro y lo compré a modo de regalo (que, si calculamos los derechos, le invité a una mísera caña en un bar de Puente de Vallecas, también te digo, pero algo es algo). Lo compré con la sospecha, y la esperanza, de que estaría construido sobre esa mezcla de acidez, clarividencia y sensatez que suele exponer en sus estados y que me sacan con tanta frecuencia una carcajada. Intuía que me lo iba a pasar muy bien y así ha sido, pero no del modo en que me imaginaba. “Tres hombres para tres ciudades” disfraza con su estilo desenfadado una sesuda reflexión sobre nuestro tiempo, analizando la volatilidad de las relaciones personales y sexuales, se ríe del cinismo de lo políticamente correcto y nos da unos cuántos puñetazos donde más nos duele: nos escupe a la cara que estamos solos en el mundo y ante el mundo. Divisa narra la búsqueda enfermiza de Helio, un profesor de instituto que circula entre el triángulo del deseo, el amor y la necesidad de cubrir el vacío de la soledad, casi a cualquier precio, y nos describe el infierno de la debilidad humana, pero también del respeto y de la comprensión hacia los errores de los demás.
Tomando como hilo central los viajes a París, y a Delhi en las últimas páginas, desgrana la relación del protagonista con su padre, quien aparece como la única persona de su vida que de verdad le comprende o por quien se quiere dejar comprender. Lecciones de vida, anécdotas de viaje, aventuras sexuales y nutridas cavilaciones por parte de Viranés, un vividor bohemio parisino con quien compartió vicisitudes, componen este volumen de capítulos que resume un viaje de viajes, un andar valiente hacia adelante, un ejercicio práctico sobre cómo asumir fallos y fracasos apoyándose en el humor incómodo, negro o visceral, contemplado tantas veces como único flotador capaz de salvarnos del abismo. Un libro muy bien escrito, que se lee con una sonrisa en la boca permanente y que, en mi opinión, muestra su mayor peso en las páginas cargadas de nostalgia y duda, donde es capaz de removernos y hacernos click por dentro.